Programa social-cultural-educativo, de ALFABETIZACION AUDIOVISUAL, cuyos principales OBJETIVOS, entre otros son: 
- cooperar en la producción de mensajes audiovisuales;
- coadyuvar a transformar espectadores pasivos en espectadores reflexivos y críticos, a través de la utilización del cine y las artes audiovisuales en gral.;
- coadyuvar a realizar una interpretación crítica de los medios de comunicación;
- cooperar para la inclusión de las artes/medios audiovisuales en espacios de educación formal y no formal, como así también en espacios sociales y culturales.

miércoles, 15 de abril de 2009

CINE Y GENERO. Por Rebeca Belloso, Lic. en Comunicación Social. Mail: rebecabelloso@hotmail.com


Estereotipos de género, comunicación y libertad

En su « balance » sobre la influencia del movimiento de mujeres en la historia y la cotidianeidad de las mujeres italianas, Elda Guerra – historiadora feminista bolognesa - considera que « persisten muchas zonas de sombra », entre las que señala « una suerte de distancia entre la representación de los roles femeninos brindada por gran parte de la publicidad, de la ficción y de muchos otros ambientes de la producción mediática y cultural, y la cotidianidad que experimentan las mujeres »
Pienso que esta afirmación es útil para pensarnos. Al menos, en lo personal, me pasa normalmente esto de que me resulten extraños los personajes. Por el contrario, la selección que vimos me conmovió. Por ejemplo, el baile de la hermana de Inés en la playa, como invitación a la libertad. Y me doy cuenta qué falta que me hace. Además de enojarme, conmoverme.

Me enojo cuando los medios utilizan y refuerzan estereotipos de género que llevan, como vimos en Rey Muerto, a matar o morir. Me parece muy buena la referencia a lo de Silvia Fernández Barrios no sólo como preocupación vinculada al código de honor – el culo de Silvia como patrimonio de su televidente, que exige respeto y quiere vengarlo-, sino sobre todo como el típico hecho que pudiendo parecer banal –sobretodo comparado con la vida de Juana- sin embargo se instala en la agenda, es decir, que está en boca de todos –yo me acuerdo-. Mientras que por ejemplo las estadísticas sobre la violencia de género, ganan espacio masivo apenas el día de la no violencia. Y digo las estadísticas por eso de que “las estadísticas hablan por sí solas”.
Me enojo por ejemplo si miro Tinelli. El tipo de representación de las mujeres que en programas como los suyos tiene lugar, me habla sobre la gran urgencia de emancipación que todavía tenemos.

Urgencia de romper los estereotipos que codifican la mirada, que imponen y venden “modelos”, que ordenan la interpretación según un sistema donde no hay lugar para “otras” subjetividades.
Estereotipos que marcan cuáles son los destinos posibles. Enamorarse, casarse, ser madre. Estas metas -sociales- son como la jaula de la función de títeres de La Novia Errante, o como los trajes de novio de Yo soy sola.
Yo soy sola me hizo justamente pensar en una investigación que hizo una profesara mía sobre los destinos socialmente posibles para las mujeres en Bologna (Italia) en el 1500. Estos eran, ser casada, ser monja o ser sierva. Entonces ella investigó quiénes eran y cómo sobrevivían –sobretodo desde el punto de vista económico- las mujeres que estaban solas.

Sabemos que tanto el género como la comunicación masiva son construcciones culturales.
“Género” es un término que hace referencia a un sistema de roles y de relaciones entre hombres y mujeres; útil para aclarar que ser hombre o mujer en una sociedad no es una cuestión biológica sino social: sobre un cuerpo sexuado la cultura inscribe significados. La categoría “género” pone el acento además, no sólo en la existencia de dos sujetos socialmente construidos, sino sobre todo en la desigualdad que ha signado la relación entre los sexos en la historia.

Por otra parte, sabemos que los medios de comunicación, entre ellos el cine, construyen cultura.
Hace unos años tuve la suerte de asistir a un seminario del comunicólogo Jesús Martín Barbero sobre Políticas Culturales de Comunicación. La cuestión central del planteo era que los Estados latinaomericanos han concebido históricamente a la comunicación como una cuestión concerniente a ministerios encargados del tecnoespacio, y no como una cuestión de política y de cultura. En el Estado persiste una concepción instrumental de los medios que, a la hora de elaborar una política, implica considerar sólo las dimensiones técnicas y financieras de estos. Estados que no piensan políticamente la comunicación, ni culturalmente a los medios de comunicación.

Sin embargo, los medios son industrias culturales. Son la clave de los imaginarios desde los cuales la gente se viste, se peina, crea una idea del éxito y del fracaso. No son sólo tecnología y economía. Son cultura, es decir, modelos de deseo, de felicidad. Cultura, y no sólo rentabilidad. Por eso, y ante la hegemonía del mercado, que arrasa patrimonios e identidades, se hace imprescindible comenzar a pensar en términos de Políticas Culturales de Comunicación. Y toda política de comunicación debe ser, ante todo, la del reconocimiento de la pluralidad, es decir, del "otro" y sus derechos.

Retomando entonces desde esta concepción la cuestión de los estereotipos de género, creo que el desafío es aprovechar esa tensión entre la imagen y la vida cotidiana, dejar de poner los medios y las producciones culturales a disposición de ese mundo de identidades fijas, intentar desestructurar, abrir espacio a lo no representado de la subjetividad y vida de las mujeres. Cuestionar los estereotipos, insisto, tiene que ver con la libertad.

No intento –ni podría- plantear un debate filosófico sobre la cuestión del “sujeto” , pero cito de todas formas el pensamiento de la filósofa feminista francesa Luce Irigaray según el cual existe “lo femenino” interno al sistema (patriarcal, falologocéntrico), esto es, los estereotipos; y lo femenino externo al sistema, que escapa a la representación. La estrategia para romper esta organización es dar la palabra a lo femenino que está fuera del reino de la palabra.
También el feminismo norteamericano cree que el lenguaje produce las cosas que dice. Así para la filósofa Judith Butler la distinción entre dentro y fuera, esto es, los confines sobre los cuales se rige la estabilidad del sistema, deben ser desestructurados. Esto se lograría partiendo los códigos, multiplicando las identidades mediante combinaciones imprevistas.

Creo que el cine, por sus vínculos con al arte (con otros lenguajes no tan conceptuales, no tan formales), constituye un escenario más apto, respecto a otros medios, para operar estas estrategias de desestabilización. Las cineastas me dirán “es fácil decirlo”. Pero bueno, cada uno milita desde dónde puede.

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